Tortugas para el rey

Por José Domínguez.
Desde la Laguna de Términos partía el buque inglés hacia el Puerto de Southampton llevando las tortugas que se servían en sopa en la cena del rey Eduardo VII quien gobernó desde el Palacio de Buckingham toda la primera década del siglo XX. Refiere el cronista Gabriel González Mier que del comercio de los quelonios con el Reino Unido vivían sus parientes isleños en "Añoranzas del Viejo Solar Carmelita".
No solamente en Inglaterra del siglo pasado se sirvió ese alimento afrodisíaco para vigorizar los ánimos sexuales del rey británico, también en la Casa Blanca por esas épocas el presidente norteamericano William Howard Taft contrató un cocinero especialmente para preparar la sopa de tortuga que lo hacía vibrar en sus ímpetus emocionales de año nuevo.
Los manuales científicos del siglo dieciocho daban cuenta de los efectos fisiológicos en la líbido varonil al comer un sancocho de tortuga. Los biógrafos del monarca Eduardo Séptimo han contabilizado hasta la fecha 55 amantes fuera de su matrimonio real, del también entonces Emperador de la India y Belice, en las que sobresalen la mamá de Wiston Churchill y la bisabuela de Camila Parker.
Si el desaliento le va ganando este fin de año pandémico bien vale la pena consultar el libro publicado en 2004 "Gastronomía Carmelita III" de Concepción Fernández de Barbosa (doña Conchita Barbosa) para reanimarse con su primer nutritiva receta de un "Ajiaco de tortuga", o si no le gusta el caldo, la penúltima lista de dicho recetario con un humeante "Estofado de Tortuga".
La imagen me fue obsequiada por el fotógrafo Óscar Alamina Sosa tomada en el pasillo de la zona de pescadería del Antiguo Mercado Alonso Felipe de Andrade de Ciudad del Carmen y encontrada recientemente en mi bodega familiar.
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